El mágico encanto de las plantas nos fascina. Sus formas, sus colores, sus texturas. Ese ímpetu por crecer, por perpetuar el inexorable ciclo de la vida. Y sus magníficos espectáculos:  el estallar de flores en primavera, los aromas que denotan su presencia, el constante revoloteo de insectos, los colores del otoño, sus crujidos, la danza que resulta del viento, el renacer de brotes nuevos, las aves, los nidos. Todo bien que, de ellas, nos alimenta, nos cura y nos da abrigo. Y el supremo destello del sol, que en el laboratorio de sus hojas transforma, como un milagro, el aire en vida.

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